Como cada Navidad, suelo dedicar un tiempo a hacer y elegir el que va a ser mi felicitación navideña. Hasta hace tres o cuatro años hacia Angelitos que enviaba, pero tras hacerlos casi 20 años la imaginación se estanca y hay que buscar nuevas inspiraciones.
Este año son acuarelas, hice varias hasta decidirme cual sería la felicitación y es esta:

Pero también hice otras que han servido para felicitar con originales a los amigos.
El pequeño petirrojo que los anglosajones relacionan con el año nuevo y el renacimiento espiritual. También era un símbolo de pasión y honor.
Las velas con las manzanas y la canela que nos traen a la memoria los olores de la Navidad, de los días con la repostería con mi madre y hermanos.
O las Ocas que son la representación del la migración, la que nos guía en el crecimiento espiritual, comenzando en la Navidad y su sacrificio y termina en Pascua con el huevo. Las ocas cuyas plumas calientan y nos protegen del frio. Las ocas que nos acompañan mucho más en nuestra vida de lo que pensamos desde el humilde juego de la OCA con su propia simbología o como la pata de la oca, símbolo de los canteros que nos guía en algunos lugares del camino de Santiago.


